Y con mi tercer concierto de los teutones arrancó la temporada de conciertos 2013, suponiendo mi enésima visita al Palacio de los Deportes. Tengo que reconocer que no hubiera ido de no ser por el interés mostrado por mis amigos Javi, que ya me acompañó en mi primer concierto que tuvo lugar en el mismo recinto; y Edu, que no los había visto nunca aún. Ninguno de los dos es un gran fan ni del rock ni del heavy metal, pero Rammstein tiene ese estilo propio capaz de agradar a gente de lo más variopinta en cuanto a gustos musicales se refiere.
Los tres acordamos por unanimidad comprar entrada de grada porque no nos apetecía afrontar la paliza física que exige estar en pista, de hecho Edu se negaba si quiera a contemplar la opción porque no le gustan las aglomeraciones. Pero cuando fui a comprar las entradas desgraciadamente tuve una mala experiencia. Siempre suelo hacerlo en la oficina de Viajes Carrefour más cercana a mi casa, la de Aluche, pero esta vez fui a la de Hortaleza por cercanía a mi trabajo. Y el cambio fue muy negativo: el vendedor me encasquetó el seguro de devolución a pesar de que le dije que no lo quería. Me dijo que era obligatorio, cosa que sé muy bien que es falsa. Al final lo acepté porque, viendo el ritmo al que se estaban vendiendo las entradas, para cuando encontrara un hueco para ir a la otra oficina los sitios que conseguiría serían bastante peores. Así que salí de allí con el sabor agridulce de haber conseguido las entradas y haber sido estafado. Las medidas que he tomado son dos: en primer lugar, jamás volver a comprar entradas en esa oficina; y en segundo, comunicar al mayor número de personas posible lo ocurrido para que tampoco compren ahí. Sé que seguramente no tenga el más mínimo impacto, pero esta es mi forma de actuar.
Y finalmente llegó el 21 de abril. Saqué del armario mi vieja chupa de cuero (no sé si alguna vez he contado cómo llegó a mis manos, es una anécdota curiosa) y mis pesadas botas y me dirigí a la cita que tenía con mis amigos. Mientras esperábamos a Edu nos ocurrió una curiosa anécdota: se declaró un incendio en el parque que está al lado de donde habíamos quedado. El fuego apareció y se extendió en cuestión de segundos por la cantidad de polen acumulado y la blanca y densa humareda se hizo visible en varios kilómetros a la redonda. Afortunadamente los bomberos llegaron en pocos minutos y sofocaron el fuego antes de que la cosa pasara a mayores, sin más consecuencia que unos setos chamuscados. Supusimos que la causa fue una colilla arrojada sin cuidado desde un coche porque el lugar del fuego está pegado a la carretera. Así que tuvimos una pequeña ración de fuego como aperitivo al concierto en el que ya sabíamos que no iban a faltar las llamas.
Tras el viaje en Metro nos plantamos en el Palacio de los Deportes y la gigantesca cola nos llevó a decidir obviar al telonero (el DJ del grupo protegido de Rammstein, Combichrist, pinchando remixes de canciones de los alemanes) e irnos a merendar al Burger King. Total, como teníamos asiento reservado no teníamos prisa por entrar. Así que una vez nos hubimos llenado de adictiva comida basura, regresamos al Palacio para comprobar que la cola era aún más larga que antes. No nos quedó otra que ponernos al final y rezar (yo a Dio) por que la cola avanzara lo suficientemente rápido como para que pudiéramos entrar antes de que empezara el concierto porque faltaban sólo 20 minutos. Afortunadamente lo conseguimos, cuando accedimos al recinto el DJ estaba poniendo la última canción y se despidió en cuanto llegamos a nuestros asientos, lejanos del escenario para mi gusto, aunque en este sitio no queda otro remedio si quieres estar frente al escenario. Como ya lo sabía, no me molesté en llevarme la cámara porque los vídeos que lograra filmar no valdrían nada.
A los pocos minutos arrancó el show de metal industrial. La entrada fue mejor que la del Sonisphere 2010, en la que sólo cayó una bandera alemana que hacía las veces de telón descubriendo el escenario, pero peor que la que hicieron en el concierto de 2009, en la que fingieron abrir agujeros en una pared con soldadores y Till nos dejó alucinados con esa luz que emanaba de sus fauces. Esta vez, como es lo normal, el batería (Christoph Schneider) apareció el primero y, en cuanto tomó asiento, comenzaron a sonar las primeras notas de Ich Tu Dir Weh. Mientras la canción arrancaba, el resto del grupo (excepto Till) ocupó su puesto en el escenario y el fornido vocalista hizo su entrada descendiendo sobre uno de los focos con la forma de la cruz que es el logo del grupo. Lo que no me gustó fue su aspecto: pelo teñido de blanco platino, cara pintada de rojo (aunque desde la distancia a la que estábamos eso no se apreciaba) y un abrigo de piel rosa. Prefiero su aspecto de carnicero cruel.
Vamos con el setlist:
Ich tu dir weh
Wollt ihr das Bett in Flammen sehen?
Keine Lust
Sehnsucht
Asche zu Asche
Feuer frei!
Mein Teil
Ohne dich
Wiener Blut
Du riechst so gut
Benzin
Links 2-3-4
Du hast
Bück dich
Ich will
Mein Herz brennt (Piano Version)
Sonne
Pussy
Wollt ihr das Bett in Flammen sehen?
Keine Lust
Sehnsucht
Asche zu Asche
Feuer frei!
Mein Teil
Ohne dich
Wiener Blut
Du riechst so gut
Benzin
Links 2-3-4
Du hast
Bück dich
Ich will
Mein Herz brennt (Piano Version)
Sonne
Pussy
Afortunadamente esta vez no me fui con la sensación de haber asistido a un concierto repetido (como ya me ha pasado con este grupo y con los mismísimos Judas Priest) porque el repertorio fue muy diferente a los anteriores y porque tuve la ocasión de ver sus numeritos más míticos que nunca antes había podido presenciar. Durante la segunda canción Till sacó unos látigos con vengalas y llenó el escenario de chispas, salpicando al público de las primeras filas. Después, en Mein Teil, adoptó el disfraz de carnicero (aunque el pelo blanco me chirriaba), metió a Flake en una olla gigante y lo "cocinó" con un lanzallamas. Más tarde llegó el numerito que más ganas tenía de ver: las máscaras-lanzallamas que durante Feuer Frei! se colocan Till, Paul Landers y Richard Kruspe y cruzan sus fogonazos en el aire. Espectacular.
Más detalles. En Wiener Blut, en lugar de decir "willkommen", Till dijo "bienvenidos", una de las escasísimas cosas que se le puede oir decir en un idioma diferente al alemán.
Después de Du riechst so gut llegó la que en mi opinión suele ser la mejor parte de sus conciertos, el trío Benzin/Links 2-3-4/Du hast seguidas. Qué descarga de potencia, dan ganas de partirse el cuello meneando la cabeza arriba y abajo. Además, durante Du Hast Till "disparó" una ballesta con vengalas que incendiaron unos cables que colgaban sobre la pista (y nos resultaban bastante molestos porque interferían nuestra vista desde la grada) y cuyos chispazos hicieron un recorrido de ida y vuelta desde el escenario.
Tras el trío de ases llegó su numerito más polémico, en el que Flake se viste de forma fetichista en el contexto sadomasoquista, con máscara de cuero y todo, y Till lo sujeta con una correa poniéndolo a cuatro patas. Esta performance la hacen durante Bück dich y en un determinado momento se elevan sobre una plataforma, Till descubre el culo de Flake abriendo una trampilla en su pantalón y finje sodomizarle con un objeto fálico que posteriormente dispara agua a modo de eyaculación sobre el público. No me extraña que les arrestaran en EEUU la primera vez que lo hicieron (y que no lo hayan vuelto a repetir en tierras americanas).
Tras el descansito de rigor llegó el momento más aburrido: Mein Hertz Brent interpretada al piano por Flake sin más acompañamiento que la voz de Till. Entiendo que Flake quiera demostrar que no es sólo un payaso que de vez en cuanto toca teclas para hacer sonar estrambóticos sonidos, pero un concierto de Rammstein no creo que sea el mejor lugar para demostrar tu talento como pianista. La canción perdió toda su gracia. Afortunadamente con Sonne (un enorme logo del grupo ardió al fondo del escenario) y Pussy (descarga de espuma sobre las primeras filas del público con un cañón cabalgado por Till que simulaba ser un pene gigante) se despidieron en condiciones. Así que nos dieron todo lo que tienen: algo de provocación, mucho metal y mucho fuego.
Como broche final Till nos dedicó algunas palabras más en castellano: “¡Madrid, puta madre, increíble, muchas gracias!”
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